Había una vez un pueblo soleado y apacible…
escondido en los montes de Toledo, rodeado de huertas, viñedos y olivos.
Las casitas blancas estaban hechas de piedra
encalada para que el calor del verano no entrara en el interior.
Al caer la tarde, la mujer de la casa salía
con un cubo a refrescar el suelo del umbral de la puerta, una vez mojado el
suelo sacaba una silla y su cesto de labor para hacer los deshilados que más
tarde bordaría para hacer sábanas, manteles y servilletas de “Lagartera”, todo
ello para preparar el ajuar que entregaría a su hija el día que se casara.
El pueblo del que hablo es por supuesto el
de nuestro zagal y padre de la Cuentista. En
su momento os hablé de ambos el día que preparé las deliciosas almejas en su jugo.
Los veranos de mi niñez están repletos de
recuerdos en ese pueblo, sentada en esas sillas a la puerta de casa viendo
bordar a las mujeres mientras esperaba la hora para irme a pasear con mis
amigas. Comer un fresco tomate con sal allí sentada plácidamente es uno de los recuerdos
que guardo…un tomate que sabía a tomate.
¿A qué otra cosa puede saber un tomate si es
un tomate? Respuesta actual… A NADA.
Preciosamente redondos, rojos, todos del
mismo tamaño para no afear la caja que los contiene y absurdamente insípidos,
una decepción para mis preciosos recuerdos.
Hoy día se pueden conseguir buenos tomates.
Para semejante misión debemos buscar o pedir a Daniel nuestro recién nombrado
“Caballero de la Real Orden
de la Hortaliza ”
que nos traiga unos poquitos de la huerta de la
Dama Ana. Adoro esa huerta y las
manos de su padre.
Pues bien, hoy he querido traer una entrada
en la que os hablo de los distintos tipos de tomates que podemos encontrar en
las tiendas y de cómo aprovechar sus características dependiendo de las cualidades
de su carne.
Los tomates necesitan muchas horas de luz
solar y muchos mimitos por parte del agricultor. Los frutos que permanecen más
tiempo en la mata acumulan más azúcar, ácido y aroma. De ahí que los que crecen
en huerta soleada y sin prisas resultan mucho más sabrosos y aromáticos.
Vamos con las pistas para saber qué tomates
compramos y los usos que mejor resultado dan dependiendo de la especie…
Tomates tradicionales: Suelen ser bastante
grandes, a menudo deformes, con colores variables que pueden ir del rosa al
rojo y en ocasiones tienen surcos imposibles. Son los sabrosos tomates de mis
recuerdos, los que me consigue el Caballero Daniel. No es fácil encontrarlos
porque solo se dan en pleno verano y conviene comerlos con rapidez desde que se
recolectan.
… son ideales para comer a bocados, en fresco.
Tomate de etiqueta: Se reconocen
comercialmente por su nombre, por eso se denominan “de etiqueta”. Estos tomates
deben cumplir una serie de condiciones especiales de cultivo para conseguir
unos frutos de gran calidad. Perfectos para ensaladas o solos. A ésta variedad pertenece el tomate Raf o el Kumato.
Tomates cherry: De pequeño tamaño y muchísimos
colores, formas y sabores. Deben ser duritos y consistentes al tacto, bien
coloreados. El sabor es dulzón, cuanto más pequeños mejor sabor tienen. Son
estupendos para aperitivos y ensaladas.
Tomate pera: Tienen una piel muy fina y son
muy carnosos, resultan estupendos para conservas, salsas, sopas frías y para
secar. Son los que uso siempre para hacer salmorejo.
Tomate en rama: De tamaño medio y con un
color rojo muy vivo, para que aguanten más tiempo tenéis que dejarlos con el
tallo y observar que la rama esté fresca y verde. Son perfectos para cocinar.
Tomate de larga vida: Aquí empezamos con mis
quebrantos… son unos tomates mejorados para que aguanten en buenas condiciones
el máximo tiempo posible. Es un tomate que vale “pa tó”, en mi casa no vale “pa
ná”. Son muy lisitos, con un precioso color uniforme.
Por desgracia este es el tomate más
consumido porque lo encontramos en todas las tiendas, todo el año y el precio
suele ser más asequible… A mí me parece carísimo porque es pagar para no saborear
nada.
Me guardo para el final un tomate que no se llama tomate... se llama tomata.
Esa maravillosa delicia es el más grande de la foto, el que tiene esa mancha feucha en la piel... esa preciosidad puede llegar a pesar dos kilos de maravillosa carne porque la tomata apenas tiene "placenta".
Es un tomate típico del norte de España muy poco machacado en los mercados ya que siempre tiene esa mancha en la piel y suele tener muchas estrías. No se ve bonito y somos tan tontos que no lo compramos. Al no tener salida de mercado no se ha intentado mejorar genéticamente...
Una vez me contaron que la tomata es uno de los secretos mejor guardados de Cantabria, prefieren que nadie sepa que la tomata de Galizano, madurada con la brisa del mar Cantábrico es probablemente el mejor tomate del mundo... perdón... la mejor tomata del mundo.
Entramos en temporada de tomates y debo un
agua de tomate a Sonia, de este año no pasa que se la prepare… ¡¡Es una promesa
cuñá!!