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Érase una vez... Fusilli con salsa de anchoas



Érase una vez un italiano que sin querer supo ganarse el corazón de la Cuentista con su sonrisa traviesa y su boina caída sobre un ojo.

Muchos de los que habitáis en este Reino ya lo conocéis, nuestro duende napolitano es Mario Caracciolo, en su momento os traje su deliciosa tortilla de espaguetis y hoy quiero contaros el siguiente capítulo de su vida.

Hace muchos años… allá por los 50, Mario era un joven paracaidista del ejército italiano. Una bomba cayó en el mar un día que él se encontraba recogiendo mejillones y la explosión hizo que perdiera la audición. La mala suerte generó el problema que con el paso de la vida cruzó nuestros caminos.

Una bomba provocó su sordera y una Cuentista hizo que oyera. Dejaré para otra de sus maravillosas recetas la siguiente parte de la historia.

Una mañana de Navidad… la Cuentista sacó su carruaje y atravesó todo el Reino, cruzando bosques y aldeas, hasta llegar a la lejana villa de su hermano Pablo. Así podría cenar en familia y recibir todos los abrazos de los suyos.

Una de las recetas que prepararon para la cena era una ensalada de Mario. Por supuesto el nombre del italiano simpático y coqueto salió a relucir. Al hablar de él, la Cuentista pudo notar cierta corriente de cariño en la voz de su hermano. Algo sorprendente si tenemos en cuenta que no se conocen.

Mario Caracciolo ha conseguido hacerse un hueco en los corazoncitos de ésta familia y que su nombre no sea el de un extraño.

Os contaré un secreto: Se ha ganado a pulso ese hueco, si Mario se entera de que mis tres pequeños van a venir a visitarme… se acerca a traerme alguna receta nueva que pueda preparar y compartir con ellos.

Cuando entra en la óptica todos mis compañeros miran de reojillo la bolsa que trae en la mano y se acercan para intentar oler lo que va en su interior. Saben que en la bolsa viene algún plato delicioso que va dejando un camino de olores italianos tras él.
Cuando se va… todos se acercan a preguntarme qué me ha traído en esa ocasión y en una de ellas trajo el plato de hoy…

De la despensa:

(para cuatro duendes)
350 - 400 gr. de pasta alargada, yo he usado fusilli lungui de la marca Garofalo, pero se puede usar espagueti, tagliatelle...
10-12 anchoas.
1 diente de ajo.
1 cucharadita de perejil picado.
Aceite de oliva virgen extra.

Manos a la obra:
1. En una cazuela poner a cocer agua con sal y un chorro de aceite. Cuando el agua entre en ebullición echar la pasta y dejar cocer los minutos aconsejados por el fabricante.

2. En un mortero machacar el ajo (yo quito la raíz del centro para que repita menos), junto con el perejil y 7 u 8 anchoas hasta formar una pasta. Echaremos un buen chorro de aceite y removeremos la mezcla para que se integren los sabores.

3. Una vez cocida la pasta, la escurrimos y echamos la mezcla del mortero. Removemos todo bien en la cazuela y lo dejamos reposar unos minutos.

4. Servir inmediatamente colocando las anchoas sobrantes encima de la pasta.

Moraleja: Ojo con la cantidad de sal que echáis en la pasta. Recordad que la anchoa añadirá mucha potencia al plato.

Y colorín, colorado... esta receta se ha acabado.




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