Hoy cierro el primer ciclo de "Cuentos de sal y pimienta"... Lo que con patatas empieza, con patatas acaba. Y lo hago con un broche de oro. La receta de los dos hermanos Cuentistas, su comida favorita desde la niñez, las patatas con pollo de los sábados. Me he pensado mucho poner esta receta porque es de familia, de nuestra casa, una receta sencilla y barata que nos ha acompañado a lo largo de nuestra vida y que sigue guardando el alma de mi madre y a su vez de la suya. Estas patatas son a los hermanos Cuentistas lo que las "patatas en to crudo" son a la madre Cuentacuentos. Cedo la palabra a mi hermano, mi almohada... La persona que durante toda mi vida se ha tragado mis lágrimas, me ha protegido de los miedos y ha permanecido callado acariciando mi cara por las noches cuando lo he necesitado. No se me ocurre mejor broche, un cuento del otro Cuentista, una receta sencilla de familia preparada por él para mí. La foto está hecha por mí...
Érase una vez... Una madre que siempre echaba la cantidad correcta de sal en la comida y contaba cuentos maravillosos a sus hijos por la noche. Al anochecer cuando el padre se iba a trabajar, acostaba a sus dos hijitos con ella, uno a cada lado mientras decía: “¿Queréis que os cuente un cuento de sal y pimiento?” Muchísimos años después me gustaría mezclar esos ingredientes y compartir con vosotros el gusto por la cocina y los cuentos de la vida.