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Érase una vez...Cazón en adobo



Tenía pensado otro par de recetas de temporada para el mes de abril, pero después de leer los comentarios sobre tiburones, compras de pescados y demás muestras de experiencia culinaria, que habéis hecho en la entrada de "Alimentos de abril"... He optado por utilizar el cazón y guardar las otras recetas para dentro de unas semanas.

Érase una vez una mujer conocida como la Cuentista, incomprensible, obsesiva y terca.
De vez en cuando se metía algo en su cabeza y no había forma de hacer que entrara en razón.

Ya os he comentado que somos toledanos y mi madre tuvo una época en la que preparaba cazón todas las semanas, esa moda se pasó como tantas otras. En casi todas las casas nos da una temporada por preparar una receta y después de un tiempo dejamos de hacerla. El caso es que debe llevar más de 15 años sin prepararlo, pero por lo que sea, el otro día en el trabajo me vino a la cabeza “el cazón adobado”.

Uno de mis compañeros conoce a todos los habitantes de Santander (y parte de Burgos) y compra un pescado y un marisco maravilloso en el mercado, por lo que suelo pedirle que me lo compre…
Y me puse manos a la obra, me acerqué y le dije: José Luis, ¿Te importa ir al mercado y me compras un poco de cazón?

Y NO SABÍA LO QUE ERA.

José Luis, el gran comprador de pescado, nacido y criado en ciudad de mar, ese José Luis no lo había oído y no lo había comido nunca. Empezamos a preguntar a todos y sólo uno, Diego (que es de Almería) sabía lo que era, por lo visto su suegra tiene una receta maravillosa que prometo conseguir y ponerla cuando obre en mi poder.
Para el que no lo sepa, el cazón adobado es un plato muy típico de Cádiz, tanto, tanto, que con decir “ponme adobo” no tienes que decir que es cazón, se da por hecho. Y claro...vivimos en Santander, justo en la otra punta del país, ¡¡esos tiburones no deben nadar tan lejos!!
Y claro, obsesiva que es una… ese plato pasó a convertirse de “algo que se me ha pasado por la cabeza” a una “absoluta necesidad para seguir viviendo”.  Nos puse a José Luis y a una servidora a buscar cazón y al final hubo suerte, uno de sus amigos pescaderos le dijo que podía encontrarlo en congelados.

Y por fin he podido prepararlo y comerlo. La primera vez que lo puse para cenar se me saltaban las lágrimas… y pensaréis que soy una exagerada obsesiva, que no es para tanto, pero no… se me saltaban las lágrimas porque me pasé tres pueblos con el vinagre del adobo!!!!!
He tenido que hacer varias pruebas hasta encontrar un buen equilibrio entre agua y vinagre, pero aquí podéis variar a vuestro gusto y añadir más o menos….

De la despensa:
(para tres personas)
Tres rodajas de cazón.
1 vaso de vinagre de vino.
2 vasos de agua (para adobo fuerte) o 2 vasos y ½ para un adobo más suave.
Orégano.
½ cucharada de comino en grano.
Una cucharada de postre de pimentón dulce.
Cuatro dientes de ajo.
Dos hojas de laurel.
Harina (yo uso para rebozar pescado).
Sal al gusto.


Manos a la obra:

1. Limpiar bien el cazón, quitando pieles y la espina central, cortarlo en trocitos de bocado. Yo los hago bastante pequeños porque aunque lleve más trabajo me gusta poder meterlo entero en la boca. Reservar.

2. En un recipiente de paredes más o menos altas, mínimo 5 cm. echar los dientes de ajo golpeados con el filo del cuchillo y el resto de los ingredientes, mezclar.

3. Echar los trozos de cazón, yo los echo de uno en uno porque no se tarda nada y me aseguro de ir colocándolos bien para que se impregnen del adobo. Deben quedar cubiertos por el líquido, si no es así añadir un poco más de agua y vinagre.

4. Cubrir con papel film y a la nevera un mínimo de 4 horas, yo los hago siempre de un día para otro, nunca lo he dejado 4 horas.

5. Sacar los trozos de cazón y ponerlos sobre papel de cocina para que queden lo más sequitos posible. Pasarlos por harina y freír en aceite muy caliente o en freidora.

6. Sacarlos de la sartén o la freidora y dejarlos un par de minutos sobre papel absorbente de cocina para quitar el exceso de grasa.

Y colorín, colorado, ésta receta se ha acabado...

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