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Érase una vez... El brownie.


En un tiempo muy, muy lejano… existía una Cuentista.

Sus padres acababan de comprar un microondas, un aparato eléctrico que, por lo visto y haciendo uso de algún tipo de embrujo o sortilegio, calentaba los alimentos en un tiempo increíblemente corto.

Dicho aparato traía en la caja un libro de recetas para cocinar. Nuestra pequeña Cuentista no sentía ningún interés por la cocina en aquellos tiempos, pero una receta llamó su atención: Un brownie.

Ni corta ni perezosa pidió a la madre Cuentacuentos que comprara los ingredientes y se puso a ello. Sencillo, limpio y delicioso. Lo repitió varias veces y todas quedaron perfectas… 

Un buen brownie debe quedar crujiente en la corteza y “jugoso en el centro”, jamás debe parecer un bizcocho seco de chocolate con nueces. Con la magia de las ondas del aparato y esa receta siempre quedaba perfecto.

Pero el interés de nuestra Cuentista decayó. El tiempo siguió su curso. Pasaron los años, el aparato se rompió y fue sustituido por otro, el libro se perdió… y con él la receta.

Muchos años después, el interés por la cocina de nuestra protagonista se fue convirtiendo en una parte muy importante de su vida. Intentó muchas recetas de brownies y ninguna era infalible. Unas veces quedaba seco, otras no tenía el sabor que recordaba y muchas veces solo conseguía hermosas piedras de chocolate… muy útiles para reparar los tabiques de la cabaña o como sujetadores de puertas, para que no sonaran portazos con las corrientes de aire.

Un día Annabel llegó a su vida. Annabel es una cocinera que vive en Australia y hace muchos tipos de brownies, pero hay uno… hay uno perfecto, absolutamente maravilloso, siempre sale buenísimo. Ella lo llama “The ultimate brownie”.

Normalmente cuando una receta llega a manos de la Cuentista, ella la prepara y realiza cambios para ver si sale bien, por lo que cogió la receta de Annabel que estaba en inglés, tradujo los ingredientes y se puso con ella.

En su absoluta soberbia sobre los conocimientos de inglés que tenía, nuestra Cuentista no quiso utilizar diccionarios, ni traductores, ni ayuda de ningún tipo. Ese fue el error que hizo que la primera semana hiciera cuatro brownies, la segunda dos y la tercera tres…

Kilos de chocolate, azúcar, nueces, cacao, harina… de sabor todos, absolutamente todos, estaban deliciosos, pero ninguno estaba perfecto.

Y el último día se dio cuenta de su error. En la receta original ponía "1/2 tsp baking powder". Cuando nuestra soberbia Cuentista tradujo "baking powder" llegó a la conclusión de que como panadero en inglés se dice "baker"... pues "baking powder" debía ser levadura de panadería. Ahí queda eso.

El último día, mientras comía (pensando en el poderoso e inalcanzable brownie), cayó en una conclusión: La levadura de panadería necesita reposo y en la receta no se pedía reposo… la única levadura que no necesita tiempo para que reaccione es la “química”. Saltó sobre el traductor de google y la respuesta fue literalmente:

ROYAL.

Por si nuestra Cuentista no se sentía absolutamente tonta, cogió la caja de levadura Royal y lo que vio fue esto:  

                              

Sin palabras. 

Cachis en la mar serena… por eso no quedaba perfecto. Estaba utilizando la levadura equivocada, esa misma tarde hizo el brownie (otra vez) con “baking powder” y quedó maravillosamente perfecto y aquí lo traigo para vosotros.


He de deciros que lleva dátiles y son estos los que hacen que el dulzor y la textura queden impecables, os puedo garantizar que no se aprecian en el resultado final, ha pasado varias pruebas de fuego con personas que aborrecen los dátiles y todos han caído en las redes de esta maravillosa receta.

De la despensa:
120 gr. de dátiles.
1 cucharadita de bicarbonato.
150 gr. de zumo de naranja. (150 ml.), la receta original usa agua.
4 huevos.
1 cucharada de extracto de vainilla.
200 gr. de mantequilla a temperatura ambiente.
375 gr. de azúcar glass.
150 gr. de cacao en polvo.
125 gr. harina.
5 gr. de levadura química ROYAL "baking powder" (una cucharadita).
250 gr. de chocolate negro troceado/picado.
50 gr.de nueces.

Manos a la obra:
Precalentar el horno a 160º
1. Calentar el zumo de naranja hasta que rompa a hervir.
2. Deshuesar los dátiles, picarlos y echarlos en un recipiente junto con el bicarbonato, echar el zumo.
3. Añadir la mantequilla y remover hasta que se derrita. Dejar reposar 20 minutos. Transcurrido el tiempo, romper los dátiles con el tenedor para que queden como una masa.
4. Batir los huevos y echarlos a la mezcla junto con el extracto de vainilla. Mezclar bien.
5. Añadir el azúcar, el cacao en polvo, la harina tamizada con la levadura e ir mezclando todo suavemente.
6. Echar los trozos de chocolate negro y las nueces troceadas. 
7. Untar un molde con mantequilla, a ser posible cuadrado o rectangular. Yo he usado uno de cristal poniendo papel de horno en la base para poder desmoldarlo fácilmente. Hornear a 160º durante 50 minutos, durante este tiempo no abrir el horno.
8. Pinchar con un cuchillo, no debe salir con líquido de chocolate, pero debe salir sucio. En mi horno lo tengo que dejar por lo menos otros 10 minutos más. Dependerá muchísimo del horno que tengáis.

Os aconsejo no cortar el brownie hasta pasadas unas horas para que se asiente el chocolate. El sabor del brownie mejora si esperamos a comerlo hasta el día siguiente.

Moraleja: Cada minuto que dediquéis a esta receta merecerá la pena. Los que me conocéis sabéis que no me gusta el dulce y no me gusta el chocolate y no me canso de comerlo.
El otro día lo probó Ana, una compañera que no come frutos secos y odia los dátiles (y eso que es de Alicante) y me escribió un mensaje en el que decía literalmente: La receta del brownie... la necesito para vivir.

Y colorín, colorado... esta receta se ha acabado.

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