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Érase una vez... Orejuelas de Oji


Un dolor de rodilla me llevó a la consulta de Yolanda y Marta, un par de fisioterapeutas maravillosas, de las vocacionales, de las que intentan ayudar y solucionar el problema con todos los medios a su alcance y si no están a su alcance se estiran mucho para alcanzarlos. La fisioterapia y su consulta me llevaron a ésta receta.

Todas las mañanas mientras Yolanda nos arreglaba los desperfectos (los que están dentro de su ámbito profesional, hay algunos imposibles de apañar…) los pacientes nos dedicamos a charlar sobre cualquier tema y ¡¡cómo no!! salió el tema del blog con Rosario. Por ella me lancé a abrir el blog, llevaba mucho tiempo preparando recetas, borradores y fotos, pero nunca terminaba de decidirme. Rosi se convirtió en el cuarto miembro de “Cuentos de sal y pimienta” y para que ella pudiera entrar puse en marcha el “¿Quieres ser cuentista?” Una vez puesto eso no me quedó más remedio que colgar la primera receta.

Una mañana de la última semana de febrero me pidió una receta típica de carnaval en Palencia, por lo visto su marido se la pedía y nunca la había preparado. Ese Carnaval quería hacerla y al saber que tenía el blog me preguntó por ella. Busqué en Internet varias recetas y conseguí una bastante apetecible, la imprimí y se la llevé al día siguiente.

Y lo que son las cosas de la vida. Hablando con mi amiga Pepito (Mariajo para el resto del mundo) sobre la rodilla, la fisio y las mañanas en la consulta, surgió el tema de las orejuelas. “¡Andaaaaa! Esa receta es de Palencia, mi padre la prepara una vez al año, no sé para qué fecha típica. Es el único plato que sabe hacer y lo único que cocina en casa, las orejuelas en mi casa SIEMPRE  las prepara él.”

De manera que pedí a Rosario que no hiciera las de la receta que había sacado de Internet. 

Primero iba a probar la receta de Oji (Eulogio para el resto del mundo). Lo de Oji no sé si es un diminutivo del nombre o si lo llaman así por sus ojitos simpáticos y pizpiretas, los ojitos que enamoraron a Toñi (María Antonia para nadie del resto del mundo). El caso... le dije a Rosi que las quería hacer yo primero, si me quedaban buenas ya teníamos la receta que debía ir en “Cuentos de sal y pimienta”. Una receta “no buscada en Internet”, una receta familiar y en este caso muy cercana a mí.

No os hacéis una idea de la ilusión que me hizo, no me gustaba tener que escribir un cuento con una receta buscada en Internet, que no me hubiera llegado con una historia familiar. Pepito lleva años queriendo pedir la receta a su padre y nunca encontraba el momento. Ahora entiendo por qué. El momento tenía que ser éste, el que hiciera que todo fuera especial.

Antes de escribir la receta haré una pequeña anotación:
El día que escribí el cuento y viendo que había juego con el tema de los nombres y los diminutivos, buscando un chiste gracioso para su madre a la que todos llamamos Toñi, llamé a Pepito (Mariajo para el resto del mundo) y le pregunté:
Pepito, ¿Cómo puedo llamar a tu madre?
Y me contestó: Por teléfono, aunque ahora es posible que no esté en casa.
Todavía me duele la tripa de la panzada de reír que me pegué.


De la despensa:



2 huevos.
½ vaso de anís.
2 cucharadas de azúcar.
Harina, la que pida la masa (rondará los 400gr).
Aceite de oliva .

Manos a la obra:
1. Se baten los huevos.
2. Echamos el azúcar y volvemos a batir.
3. Añadimos el anís y removemos todo.
4. Vamos añadiendo y mezclando la harina hasta que quede una masa que se pueda moldear. Dejar reposar 2 horas.
5. Echar un poco de aceite en la encimera y untar el rodillo.
6. Estirar la masa hasta dejarla muy fina, de unos 2mm de grosor.
7. Cortar en rectángulos y freír en abundante aceite de oliva muy caliente.
8. Espolvorear azúcar según las vayamos sacando de la sartén (o miel, según los gustos).

Moraleja: Durante muchos años Oji no usó rodillo porque no tenía, utilizaba una botella de cristal a la que quitó la etiqueta (un detalle para no comer trocitos de papel con la orejuela) ¡¡¡Os daré un último consejo… evitad la botella de anís!!!. (la del mono está llena de agujeritos y no hace falta describir la que podéis liar).
Y una anotación más, Oji no echa casi azúcar en la masa. Yo las he hecho de las dos maneras y me gustan más con una cucharada de azúcar por huevo. ¡¡A gusto del consumidor!!

Y colorín, colorado, ésta receta se ha acabado

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