Érase una vez una Cuentista que padecía un gran mal. Ese mal estaba provocado por el veneno de la desgana. La tristeza hizo que abandonara durante un tiempo el Reino de los cuentos. Necesitaba desaparecer del Reino y durante un tiempo se dedicó a visitar otros mundos nuevos. Un día, mientras paseaba, reconoció el olor a pan casero, cuánto más se acercaba… más olía. Y así llegó a un reino que llamó su atención por lo amable de sus gentes y su dedicación. Todo olía a pan. Acogieron a nuestra Cuentista y curaron muchas de sus heridas con harina y masa madre. Un buen día lanzaron un reto y ella decidió aceptarlo. Ana Q. (de Qasimi) planteó el reto... Debían preparar una empanada y cumplir dos requisitos: la masa debía ser casera y la tapa debía estar decorada. Y gracias a las manos enharinadas de Ana y a su ironía chispeante volví a entrar en la cocina. La masa, los ingredientes, el olor… cada paso que daba iba haciendo que crecieran las ganas de comparti...
Érase una vez... Una madre que siempre echaba la cantidad correcta de sal en la comida y contaba cuentos maravillosos a sus hijos por la noche. Al anochecer cuando el padre se iba a trabajar, acostaba a sus dos hijitos con ella, uno a cada lado mientras decía: “¿Queréis que os cuente un cuento de sal y pimiento?” Muchísimos años después me gustaría mezclar esos ingredientes y compartir con vosotros el gusto por la cocina y los cuentos de la vida.