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Érase una vez... Pollo a la zorra.



A priori pueden parecer dos ingredientes difíciles de mezclar… salvo en nuestro Reino…

Érase una vez un zagal... hablamos, claro está, del padre de nuestra Cuentista. Para todos aquellos que no lo sepan... un zagal es un joven pastor de ovejas. El zagal creció y cuando se hizo mayor, por los avatares de la vida, terminó viviendo en un pueblo de la montaña cántabra.

Un buen día decidió “echar unas gallinas”.

Lo primero que hizo fue fabricar un gallinero. Su pequeño nieto Minichef quiso una casita igual en cuanto vio lo que había construido… Una zona con cemento, otra de tierra para que pudieran picotear bichillos y tierra, una casita de madera con dos entradas, nido cerrado para poner huevos y palo para que pudieran dormir en alto. Todo un lujo gallineril.

¡¡Qué contentas y felices estaban las gallinas!! Tanto, tanto, tanto, que decidieron no poner huevos, se dedicaron a pasear, comer y darse la gran vida durante los primeros cinco meses.

El zagal y la madre Cuentacuentos empezaban a plantearse la posibilidad de retorcer sus pescuezos y preparar cocidos madrileños con su carne… Ellas, en un alarde de espabilo, debieron percatarse de los pensamientos e intenciones de sus desesperados amos porque un buen día empezaron a poner huevos.

El zagal entonces decidió que era el momento de meter dos gallos en el corral, en otro cuento os contaré las peripecias del gallo amaestrado y su "duro" final porque es merecedor de un cuento propio. De momento lo importante para nuestra historia es que la felicidad llegó al pueblo y dio comienzo un periodo de amor y paz… pero nada dura eternamente.

Un buen día una gran algarabía llegó hasta la casa del zagal. Uno de los vecinos se acercaba corriendo dando un aviso a gritos:

¡¡ZORRA, ZORRA… HAY UNA ZORRA!!

Una zorra se había acercado a la huerta del zagal cuando las gallinas estaban libres y jugueteando fuera de la zona vallada. Mató a dos gallinas, malhirió a un pollo y huyó con otra de las gallinas en la boca. Quedaron vivas tres gallinas, una de ellas estaba tan traumatizada que se pasó varios días temblando dentro del gallinero sin querer salir.

El pollo malherido tuvo que ser sacrificado y de ahí salió ésta receta. “Pollo a la zorra”. Así es como se consiguen mezclar ingredientes tan variados.

De la despensa:

(para cuatro zagales)
1 pollo.
Una cabeza de ajos.
1 cebolla grande.
2 zanahorias.
1 vaso de cava o vino blanco.
1 vaso de agua.
Sal.
Aceite.

Manos a la obra:
1. Cortar la cabeza de ajos por la mitad, sin pelar y echarla en una sartén grande con aceite. Freír un par de minutos.
2. Ir echando la carne troceada, salar y rehogar hasta que la carne se vea hecha por fuera.
3. Cortar la cebolla en trozos "groseros" y echarlos a la cazuela de la carne. Añadir sal a la cebolla.
4. Pelar y cortar en rodajas la zanahoria y juntar con todo lo demás.
5. Rehogar hasta que las verduras estén blandas y añadir los líquidos: el cava y el agua. 
6. Una vez añadidos los líquidos dejar a fuego fuerte hasta llegar a ebullición. Pasado un minuto bajar el fuego y dejar reducir hasta el punto de salsa que nos guste.

Moraleja: En realidad la recetas es de mi madre, lleva toda la vida preparando el pollo así y os recomiendo desde el corazón que lo hagáis, tiene dos recetas estrella para el pollo y ésta es una de ellas.
No os vais a arrepentir de hacerlo y pasará a ser parte de vuestra dieta habitual, una receta sencilla con los sabores clásicos de la cocina tradicional.

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