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Érase una vez... Flores






Érase una vez un reino en el que las flores eran especiales, mágicas y dulces…

El reino creado por la Cuentista tiene una base toledana, de allí somos todos y de la tradición de esa cocina vienen gran parte de nuestros platos.

Hace muchos años, en todas las casas de pueblo se hacían los dulces caseros con las recetas tradicionales de la familia, rosquillas, buñuelos, pestiños… dulces que normalmente preparaban abuelas, madres e hijas por las tardes en familia.

Hoy os traigo una de ellas, la madre Cuentacuentos sigue haciéndola de vez en cuando y salen tal cantidad de flores que hay que compartirlas sí o sí… y como compartir es un gesto de amor... no podemos pedir mucho más para nuestro Reino. 

Para hacerlas se necesita una herramienta especial que podemos encontrar fácilmente en cualquier ferretería (o en Amazon, pincha aquí para comprarla). Normalmente se utilizaban dos moldes para que el proceso fuera más rápido ya que suelen salir bastantes flores.

Quiero compartir con vosotros que para la entrada del blog hemos querido mantener la tradición de hacerlas en familia, madre e hija, y que el mérito de estas flores es de la madre Cuentacuentos, nos hemos juntado una tarde y las hemos hecho para todos vosotros. 

Y además os quiero enseñar la hoja con la receta original que guarda mi madre desde hace años para recordar siempre la receta de mi abuela... de ahí os saco yo las medidas en gramos.  La unidad de medida "un cascarón de aceite" no tiene desperdicio.





Al final de la entrada os he preparado una foto con los orejones... que no son otra cosa que el sobrante de masa cuando ya no queda lo suficiente para meter el molde de flores. Se va cogiendo masa con una cuchara sopera y quedan esas lindas orejas.

De la despensa:

(para unas 30 flores)
6 huevos
Aceite de oliva virgen
250gr. de leche
180 gr. de harina (en la actualidad uso de repostería)
Aceite de girasol para freírlas 
(para el toque final)
100 gr. miel
Zumo de un limón.
Azúcar.

Manos a la obra:
Preparar el almíbar, para ello calienta el zumo del limón y mezclar la miel removiendo hasta que se disuelva.

1. En un recipiente (tipo vaso medidor de los que vienen con las batidoras) echar los huevos, el azúcar, la harina y la leche. Batir hasta conseguir una masa homogénea.

2. En una sartén o cazuela que sea honda echamos bastante cantidad de aceite de girasol (unos 4 dedos) y poner a calentar. Introducir el molde en el aceite para que se caliente, cuanto más caliente esté el aceite y el molde mejor salen las flores.

3. Sacar el molde del aceite, sacudir para que caiga el exceso de aceite y meterlo en el bol de la masa sin llegar a cubrir la flor completa.
Rápidamente meter el molde impregnado con la masa en el aceite caliente, la flor se soltará sola al inflarse la masa. Cuando la flor se suelte, dejar el molde en el aceite para que se caliente de nuevo.

4. Dar vuelta a las flores para que se cocinen por los dos lados y repetir la operación hasta terminar con la masa.

5. Una vez hechas las flores las colocamos en una fuente y damos el toque final. A mí me gusta espolvorear azúcar por encima, a la madre Cuentacuentos y a mi padre el zagal les gusta echar el almíbar… ¡prueba las dos y elige!

Moraleja:
Cada casa tiene su receta y sus trucos, hay casas en las que no se pone aceite en la masa, hay otras más golosas en las que se añade azúcar a la masa (para esta cantidad de masa dos cucharadas sopera de azúcar, puede ser avainillado)...

Y aquí os dejo los orejones


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