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Mostrando entradas de enero, 2019

Érase una vez... un muffin de chocolate

Érase una vez… Una Cuentista que durante un tiempo mantuvo las ventanas de su cocina cerradas. Las ventanas estaban cerradas, pero el horno se abría y cerraba sin parar y los fogones ardían probando nuevas recetas, nuestra Cuentista seguía cocinando y buscando nuevos cachivaches con los que preparar delicias para los habitantes del reino. Hace unas semanas decidió abrir de nuevo las ventanas y permitir que el aire se llenara otra vez con el olor de los fogones. La receta que os traigo hoy es una receta robada en secreto. La horneaba una chica muy original en una cafetería tan original como la dueña, en la cafetería se preparaban unos deliciosos dulces caseros. Un día encargaron a la repostera que hiciera unas muffins para una fiesta. El día del encargo coincidió que nuestra Cuentista estaba con la repostera en su cocina y como algunas veces es un poco gamberra… se aprendió la receta “sin querer”. Pero un buen día la repostera se fue a un reino lejano y desde entonces d

Érase una vez... Ochíos de pimentón.

Érase una vez un pequeño zagal. Nació y pasó su niñez en un pequeño (pequenísimo) pueblo de los montes de Toledo a unos 60 kilómetros de Guadalupe, adonde iban caminando desde el pueblo las personas que hacían promesa a la Virgen. Allí pasó su niñez nuestro zagal caminando entre los pedregales cuidando de las ovejas, caminando para ir a los pueblos vecinos, caminando para ir a por agua a la fuente, caminando... caminando... caminando...  Y en camión se fue un buen día a Talavera de la Reina porque estaba muy lejos para ir caminando. El primer viaje que hicieron los padres de la Cuentista cuando se sacó el carné de conducir fue precisamente a este precioso Santuario. Muchas veces nos han contado en casa lo horrible que fue ese viaje con sus curvas y recurvas, por lo visto debe ser mejor llegar caminando.  Parte del ritual de la Romería de la Virgen de Guadalupe son los ochíos con pimentón salado, rellenos de atún solo o con tomate. Y aquí los traigo para todos vosot

Érase una vez... Roscos de vino

Érase una vez... la otra mitad en el Reino de nuestra Cuentista. Me consta que no es diciembre, también sé que no es Navidad... ya ha pasado. Pero la Navidad es una época del año muy importante y bonita para nuestra Cuentista, es una de esas personas orgullosamente demodé que disfruta de las fiestas navideñas. Y las disfruta mucho... aunque también es consciente de que no se lleva que te gusten esas fechas. En Navidad se reparte amor y estos roscos de vino tienen varios quintales (como diría su padre, el zagal de nuestro Reino) de amor. Lleva dos años haciendo roscos de vino caseros y siempre son para la misma persona, su hermano Pablo, la otra mitad Cuentista, la otra parte de este Reino. Aprendió a hacerlos por y para él.  Por supuesto él no se plantea preparar y hornear roscos de vino, para eso está la Cuentista y además sabe que si los hiciera él no llevarían tantos quintales de cariño, de manera que se deja querer. Así no perderemos la receta pequeño. Aquí

Érase una vez.... Lomo adobado.

Érase una vez un pequeño pastor que vivía en una aldea muy pequeña, su familia era muy pobre y apenas tenían para comer. Muchas veces se ha contado en casa que antes de trabajar para el señorito tuvieron una Nochebuena en la que apenas tuvieron un mendrugo de pan para cenar. En aquellos años y con los fríos del invierno era habitual que las familias hicieran “la matanza del guarro”, de ahí salían gran parte de los alimentos del año. El guarro no era otro que un cerdo ibérico que se había ido cuidando durante todo el año. Ahora el cerdo ibérico es un alimento muy valorado por su grasa, pero en aquellos años nadie quería esa raza de cerdo, se despreciaba. Todos preferían el cerdo blanco inglés porque su carne era mucho más magra. Hay que ver las vueltas que da la vida. La matanza del guarro formó parte de la infancia y juventud de nuestro pastor, tanto es así que cuando tuvo a su primera hija… conocida por todos como “ La Cuentista ”  la llevaba con él. Hoy día n

Érase una vez... Pan de leche doble

Érase una vez... a ver... no sé por donde empezar.  Sí, sí sé.  Érase una vez un pan de leche de quitar el sentío, las penas y hasta el hipo.  Vamos a partir de una base, en la casa de la madre Cuentacuentos hace años se compraban los bollos de leche típicos industriales y sus dos hijitos (ya no tan hijitos) se los zampaban sin remordimientos. Nos gustan los panes de leche, pero esto es otra cosa... son unos panes de leche horneados con leche en la base del molde. Se forma en la base una especie de crema pastelera deliciosamente dulce, cremosa y tierna.  La receta es de Recetas de Esbieta  aunque la conocí gracias a un amigo de mi antigua vida en Madrid, Chus. Chus es un cocinero estupendo y un panadero aficionado que debería ser profesional porque es maravilloso. Hace muchos años me hizo un regalo que ahora valoro como un tesoro aunque por desgracia ya no lo tengo. Vino a pasar un  fin de semana con la Cuentista y su Cuentisto a la cabaña y me trajo un bote co

Érase una vez... Churros.

Érase una vez un reino de cuentos y recetas, era un mundo creado por una Cuentista. Todos los personajes son reales y dos de ellos son, como todos sabéis, sus padres: La madre Cuentacuentos y el pequeño pastor de un pueblo de Toledo. Las vidas difíciles llenas de bandazos suelen hacer que se envejezca rápido y que las penurias se dibujen en el rictus, pero ellos son especiales, con vidas complicadas, llenas de penurias, estos dos personajes no lo reflejan, crearon una familia basada en besos y abrazos, en el cariño y en la protección, una familia unida desde la raíz.  Durante años el pequeño pastor se encargó de preparar el desayuno de los domingos, el único día que podía desayunar con sus dos peques. Los desayunos domingueros han pasado por varias fases, todas ellas merecedoras de un cuento… Cuentos que podréis leer con recetas sencillas que ese pequeño pastor tiene el don de hacer especiales, desde tortillas francesas con jamón hasta gambas al ajillo y cortecitas